Estábamos atentos a la convocatoria de este 1º de Mayo por parte de las organizaciones sindicales más representativas en España (reconociendo la contribución en nuestras relaciones laborales de aquellas centrales consideradas minoritarias) con la curiosidad de saber cuáles serían las reivindicaciones y argumentos que proyectarían al conjunto de la sociedad. Y en su ya tradicional “unidad de acción”.
Y ello, teniendo presente unos momentos tan convulsos como los actuales tras la crisis pandémica de los dos últimos años, el momento bélico que afecta a nivel mundial y sus consecuencias a este lado del planeta –de momento- en modo de crisis energética y una desorbitada inflación a la que no estábamos acostumbrados.
Pero también conscientes de que por primera vez desde el Estatuto de los Trabajadores de 1980 y las sucesivas reformas que había padecido, se producía un cambio de tendencia a favor de la acción protectora del Derecho de Trabajo con las distintas reformas auspiciadas desde el Ministerio de Trabajo y Economía Social, que ha tenido su punto central en el Real Decreto-ley 32/2021, de 28 de diciembre, de medidas urgentes para la reforma laboral, la garantía de la estabilidad en el empleo y la transformación del mercado de trabajo. Un análisis de este proceso de reformas ya tuvimos ocasión de realizar, y que puede ver aquí.
Así, el lema que lanzan CC.OO. y UGT en esta campaña del 1º de Mayo de 2022 es el de La Solución: subir salarios/ contener precios / más igualdad. Y sin lugar a dudas, es muy relevante la elección del mensaje que se ha de lanzar en pocos caracteres; máxime en una sociedad actual que vive en exceso del titular y el mensaje corto, de poca lectura y mucho “meme”.
Más bien vemos este año un triple mensaje que, separado por esa “barra vertical”, parece interpelar de manera diferenciada a la patronal/ al gobierno/ a la sociedad. En primer lugar, porque no parece que fructifique este año ningún tipo de acuerdo interconfederal con la patronal española para ordenar la negociación colectiva –y el referente salarial a contemplar- como ha venido ocurriendo (salvo excepciones) en los últimos veinte años.
En segundo lugar, requiriendo al gobierno una mayor actitud intervencionista para evitar la especulación con la subida de los precios, principalmente en el plano energético. Y, por último, un claro guiño a la necesidad de profundizar en la lucha contra las desigualdades en general y de género en particular.
Así, y mientras escribimos estas líneas lanzamos a tiempo real un pequeño y fugaz experimento consistente en comprobar si “la tradicional cartelería” del 1º de mayo en todo este período democrático postfranquista no nos podría servir como una especie de “cuadro-resumen” de los puntos calientes de la historia de nuestras relaciones laborales. Veamos qué ocurre, teniendo en cuenta la enorme carga simbólica de la herramienta del “cartel” en unos tiempos en los que lo digital no existía.
Indicar que nos hemos servido en gran parte de los carteles de la colección del Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo; que son una auténtica joya de nuestra memoria democrática y sociolaboral. Como no podía ser de otro modo, los argumentos esgrimidos en esos primeros años de transición versarían sobre cuestiones básicas relativas al derecho fundamental a la libertad sindical en un sistema democrático tan incipiente como incierto. Al margen del paro como problema principal, las reclamaciones a finales de los años 70 serían “por los derechos sindicales”, “la devolución del patrimonio sindical”, por “el 1º de Mayo en libertad”, “a la manifestación”, como derecho de los trabajadores. O sencillamente “trabajo y libertad”.
Tras esa primera etapa tan básica y aparentemente elemental a ojos de siglo XXI, y siempre con el paro como telón de fondo, comienzan a aparecer en los años ochenta, ciertas consignas que reflejan la contrariedad sindical con las concretas políticas llevadas a cabo en primer lugar por la Unión de Centro Democrático (UCD) y a continuación por el PSOE: “contra la ley de empleo de UCD”, “contra el paro y la crisis” o “por la paz y el desarme”.
Asunto éste de la posición antibelicista y “antiatlantista” que más tarde tendría su reflejo en el lema conjunto UGT-CC.OO. de “paz y derechos” en 1999 a raíz del conflicto de la ex Yugoslavia. Y el ya mítico “por la paz y el empleo, no a la guerra” de 2003 con ocasión de la guerra de Irak.
De enorme carga simbólica sería la imagen de 1986, pues un siglo después del primer “1º de Mayo” en el que los trabajadores de Chicago reclamaban unas condiciones laborales dignas y una reducción de la jornada de trabajo, comienza una etapa de debate sobre la reducción de la jornada laboral y el reparto del trabajo. Durante toda una década, se convirtió en un emblema reivindicativo aquel deseo de las 35 horas semanales; de “trabajar menos para trabajar todos”, “por el empleo y la solidaridad, 35 horas”.
“¡Se equivocan! Así no es posible” titulaba la pancarta conjunta en 1992 en unos años marcados por un alto índice de desempleo (“sin empleo no hay futuro” “lo primero, el empleo”) y una dura pugna de las organizaciones sindicales contra las políticas de un gobierno que tuvo su punto álgido con la reforma laboral de 1994 que, entre otras cosas, significó una división trascendental entre dos organizaciones tradicionalmente hermanadas: PSOE y UGT.
Al margen del desempleo, nuestro mercado laboral se comenzaría a caracterizar por un alto grado de temporalidad y precariedad en términos generales. Las argumentaciones y principales reivindicaciones sindicales caminarían por esta senda desde finales de los años 90, una vez pasada la emergencia en cuanto al volumen de empleo existente, y en el deseo de mayor calidad laboral: “ahora, empleo estable”, “trabajar para vivir” “porque sin empleo digno, no hay futuro”, “por el empleo estable, seguro y con derechos”.
Durante los primeros años del siglo XXI, la línea argumental y el mensaje público del sindicalismo español ampliaría su campo de acción a cuestiones que en cierto modo sobrepasan lo estrictamente laboral o sencillamente se entiende que el interés del “trabajador” está mucho más allá del preciso puesto de trabajo, como corresponde al ideario de las denominadas organizaciones de clase. Curiosa aquella proclama de 2004: “Constitución Europea para la paz, el empleo y el bienestar. No al terrorismo”. Del mismo modo, la protección social y la igualdad, comenzarían a formar parte del escenario reivindicativo: “más empleo estable, mejor protección social” “por la paz; empleo estable en igualdad” o “por la igualdad, empleo de calidad”.
La gran crisis; el desastre de la burbuja y la especulación inmobiliaria en masa en esos años de plomo de nuestra economía comenzarían a tener su reflejo a partir del mismo 2008: “es el momento de la igualdad, el salario digno y la inversión productiva”, “frente a la crisis: empleo, inversión pública y protección social”, “contra los recortes sociales”. Las soluciones basadas en el rescate de la banca, en aquel “austericidio” auspiciado por “los hombres de negro de la Troika” y aquellos momentos de gran desencanto social y desafección político-sindical tendrían su reflejo en los mensajes sindicales cada 1º de mayo: “Trabajo, dignidad, derechos. Quieren acabar con todo”, “no tienen límite, lucha por tus derechos”, “más cohesión social para más democracia”, “así no salimos de la crisis, las personas son lo primero”, “contra la pobreza salarial y social”.
La mejora de la situación general, de los indicadores macroeconómicos y la recuperación del poder adquisitivo podría visualizarse en el lema de la campaña correspondiente a 2018: “tiempo de ganar”. Comienzan a reclamarse “+ derechos, + igualdad, + cohesión” en unos momentos de cierta inestabilidad política en España. Tras la inauguración de un nuevo período con expectativas diferentes en cuanto a la nueva configuración gubernamental, aparecería sin embargo uno de los grandes contratiempos de nuestros años y el lema del 1º de mayo de 2020: “No dejaremos que el virus acabe con tus derechos”.
Y así cada año. En esta ocasión: La Solución: subir salarios/ contener precios / más igualdad.