¿Desde cuando el Rey es un actor de nuestras relaciones laborales?
No podía imaginar que semejante estampa pudiera ilustrar nuestra crónica sociolaboral. Casi que habla por sí misma.
La secuencia es la siguiente. Tras la reciente “tragedia climática-humana”, pudimos presenciar la inadecuada y frustrada “visita real” del 3 de noviembre a las poblaciones valencianas más afectadas. No tiene sentido alguno que, en la búsqueda de una foto propia del medievo, se puedan ver alterados los trabajos de rescate y se entorpezcan las primeras emergencias sanitarias y humanitarias. Sea quien sea.
El ridículo fue de tal calibre que, de vuelta a Palacio, al de la Zarzuela, algún avispado Consejero de Su Majestad–o quién sabe si el propio protagonista- esbozaría alguna estrategia comunicativa para intentar corregir el bochorno mediático. ¡Hagamos como si hiciéramos algo! Convoquemos en Audiencia Real a los que siempre hemos conocido como “interlocutores sociales” para abordar la lucha contra la catástrofe de la DANA. Y por supuesto, que una llamada de Su Majestad hace saltar por los aires ipso facto las apretadas agendas de los máximos dirigentes de sindicatos y asociaciones empresariales más representativas, el pasado 6 de diciembre.
Y de vuelta a nuestro aulario de Ciencias del Trabajo, preguntamos al alumnado si tal evento palaciego podría constituir una “práctica neocorporativa” propia de nuestro sistema de relaciones laborales. Sí o no. Y créanme que nos pudimos encontrar con argumentaciones de mucho valor en ambas posiciones; pues, lo que buscábamos es una excusa de interés para reforzar el proceso de aprendizaje sobre nociones esenciales en materia de relaciones laborales.
Entendiendo este concepto sociopolítico –el neocorporativismo- como una iniciativa del Estado en la búsqueda de cierta gobernanza en nuestro sistema de relaciones laborales, donde determinadas organizaciones –sindicatos y patronal- participan de algún modo en el proceso de toma de decisiones políticas, pues parecería de una obviedad insultante que este encuentro –aun por separado- entre el Jefe del Estado y los agentes sociales se asimilara a este tipo de fenómenos de “participación corporativa” en una “democracia liberal”.
Salvo… que el “Jefe del Estado” en un sitio como España no sea un “Jefe de Estado al uso”. Y es que no podría ser de otro modo para asimilarnos a los sistemas democráticos de nuestro entorno que, si asumimos el carácter hereditario de la Jefatura de Estado, en puridad ésta no tenga función política alguna. Pues…
¿Desde cuándo el Rey es un actor político?
¡Vale!, tareas protocolarias y de nula capacidad decisoria aparecen en el Título II de la Constitución Española (arts. 56 a 65), pero absolutamente sin ninguna función política que pudiera ser objeto para “compartir o consultar” con los actores del sistema de relaciones laborales y que nos hiciera pensar en una práctica de “corporatismo democrático”. Este hilo argumental nos alejaría de la concepción que en términos genéricos viene a expresarse como “diálogo social”.
Entonces, si aceptamos tales apreciaciones, el encuentro entre el Rey de España, los sindicatos más representativos a nivel estatal CC.OO. y UGT, y la patronal española CEOE, junto a sus asociados CEPYME y ATA no puede responder a nada asimilable al neocorporativismo, a la participación institucional, diálogo social o la concertación social.
En todo caso, sería algo más parecido a “la Corte en la Edad Media” que como señala Ríos Saloma (UNAM), era un espacio social y simbólico que congregaba a diferentes personas en torno a un soberano, fuese éste un príncipe, un rey, un emperador o un papa. En tanto espacio social y simbólico, era también un espacio en el que el soberano podía mostrar y afirmar su autoridad (auctoritas) y su poder (potestas) mediante el ejercicio cotidiano de la práctica de gobierno, de la impartición de justicia y de la majestad (maiestas).
A veces, tantas alfombras nos confunden.